El destino de un maestro
A mediados de los años 40, Nicomedes Santa Cruz conoce a Porfirio Vásquez, un decimista, cajoneador, guitarrista y cantante. Santa Cruz trabajaba como herrero mientras declamaba sus décimas de inspiración autodidacta. Con Vásquez, Nicomedes explora las formas tradicionales de la décima, decide dejar la herrería y profundizar en los retos verbales que tanto asombraron a sus espectadores.
Porfirio le enseña a ser un payador, un artista que improvisa en rima con una guitarra, y Nicomedes rápidamente se convierte en un alumno aventajado por su gracia, ingenio y precisión. Vásquez lo prepara para competir con otros decimistas mayores y Nicomedes empieza a indagar en su herencia africana a través de versos mordaces y melancólicos. Proveniente de una familia inquieta, curiosa y plagada de virtudes artísticas, Nicomedes toma distancia de Porfirio y emprende un viaje por el Perú y América Latina para encontrar una voz propia como artista.
De regreso, ya convertido en un recitador profesional dedicado a reivindicar la cultura afroperuana, asiste al Teatro Municipal y ve a Porfirio Vásquez recitar los poemas que compusieron juntos a mediados de los años 40. Cuando termina la función, Nicomedes baja al camerino y, orgulloso, abraza a Porfirio. En ese momento, el alumno aventajado no sospechaba que pronto él también se convertiría en un maestro.
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Lima, 4 de junio de 1925 – Madrid, 5 de febrero de 1992