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Sor Juana Inés de la Cruz

Los misterios de una monja “diversa de sí misma”

La niña prodigio, que aprendió a leer a los 3 años y no comía queso porque escuchó que entontecía, nació al pie de los volcanes que la vieron romper todos los supuestos de la época.

Sor Juana fue una monja que escribía sobre el amor, pedía la educación universal para las mujeres y desarmaba a cualquiera con sus conocimientos apabullantes, todos territorios vetados para una mujer mexicana en el siglo XVII.

Desde una tempranísima edad acusó un talento excepcional para hacer versos. A los 8 años aceptó el encargo de escribir una loa para la fiesta del Santísimo Sacramento en la iglesia de su pueblo, pero solo porque a cambio recibiría un libro. A los 16 entró a trabajar como criada de Leonor Carreto, marquesa de Mancera, con quien trabó una amistad profunda y en cuyo palacio deslumbró por la amplitud de sus conocimientos. El marqués, intrigado por su genio, convocó a un consejo de 40 sabios para que la examinaran. Aprobó con sobresaliente.

Vivió 5 años de explosión intelectual con los marqueses y, sin embargo, a los 21 tomó los hábitos. ¿Por qué tomó el velo? ¿Por un amor no correspondido? ¿Por una nula vocación para el matrimonio? ¿Para emplearse a fondo en la poesía y el estudio?

La respuesta, definitivamente, no se deduce de sus versos: “Pensé que yo huía de mí misma, pero, ¡miserable de mí!, trájeme a mí conmigo”.

En el claustro, sor Juana desarrolló una actividad poética imparable y fue célebre su amistad con María Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, a quien le escribió encendidos poemas de amor: “Ser mujer, ni estar ausente, / no es de amarte impedimento, / pues sabes tú que las almas / distancia ignoran y sexo”.

Desde el claustro, sor Juana Inés de la Cruz logró lo que muy pocos poetas: publicar. Inundación castálida (1689), Segundo volumen (1692), Fama y Obras póstumas (1700) fueron los superventas del momento.

Y, sin embargo, hacia 1693 vendió su biblioteca (más de 4,000 volúmenes) y dejó de escribir. ¿Censura? ¿Misoginia? ¿Cansancio? ¿Temor de Dios? Los motivos forman esa arcilla de ambigüedad, vacío histórico y fantasía con la que se moldean los grandes mitos.

Porque las respuestas, nuevamente, no se deducen de sus versos:
No soy yo la que pensáis, / sino es que allá me habéis dado / otro ser en vuestras plumas / y otro aliento en vuestros labios, / y diversa de mí misma/ entre vuestras plumas ando, / no como soy, sino como / quisisteis imaginarlo.

Sor Juana Inés de la Cruz

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana 
(San Miguel Nepantla, 12 de noviembre de 1651​-Ciudad de México, 17 de abril de 1695)

Poemas

Katia Condos